Una persona eminente condensa en unas 200 páginas enseñanzas valiosas que quizá le llevó una vida descubrir, asimilar, asentar y sintetizar de forma estructurada y transmisible. Y nos las regala a cambio de un precio irrisorio. Pero con la condición de que nos esforcemos para adquirir ese conocimiento
La interacción entre genes y entorno determina la persona en que nos convertiremos y nuestra probabilidad de enfermar en el futuro. La exposición a ciertos estímulos (luz solar, frío, naturaleza, relaciones cercanas con un círculo pequeño de personas, esfuerzo físico, alimentos naturales…) posibilita que nuestros genes se expresen correctamente, minimizando dicha probabilidad de enfermar.
La información es poder
La información es un arma poderosa para fortalecer nuestra salud; ya que nos provee de herramientas para modificar a nuestro favor las variables de entorno que dependen de nosotros. Pero los medios de comunicación de masas, las redes sociales o los documentales de Netflix no suelen ser las fuentes más fiables de información. ¿Dónde acudir entonces? Pues adonde lo hacíamos antes de la revolución tecnológica: a los libros.
Un tesoro de información

Si elegimos autores y títulos adecuados, podremos acceder a un tesoro de información. Una persona eminente condensa en unas 200 páginas enseñanzas valiosas que quizá le llevó una vida descubrir, asimilar, asentar y sintetizar de forma estructurada y transmisible. Y nos las regala a cambio de un precio irrisorio. Pero con la condición de que nos esforcemos para adquirir ese conocimiento.
Podremos conversar con autores ya desaparecidos o que jamás podremos llegar a conocer en persona y dejarnos iluminar por ellos. Por ideas y perspectivas a las que nunca habríamos llegado por nosotros mismos.
Leer es meditar
Ya vimos que la meditación (tras meses de práctica habitual) mejora nuestra capacidad de concentración, de enfocar toda nuestra atención en un solo estímulo de forma sostenida. En lugar de brincar de un estímulo a otro tras unos pocos segundos, como ocurre en las redes sociales.

Leer un libro es como meditar para nuestra capacidad de atención. Es un estímulo aparentemente monótono y aburrido; son sólo letras en un papel. No hay luces coloridas, sonidos ni emoticonos, músicas de moda ni influencers con físicos atractivos. Mantener la atención en una lectura durante minutos u horas es una cualidad cada vez más difícil de encontrar. Y en un mundo de distracciones banales y carentes de valor alguno, la capacidad de centrarnos en lo esencial es una ventaja clave.
¿Qué leer?
Aunque nuestro objetivo prioritario sea la mejora de la salud, no sólo debemos leer sobre entrenamiento o nutrición, sino también filosofía, historia, poesía, economía, antropología, religión y espiritualidad…
Para el escritor indio Krishnamurti la educación no debe limitarse a coleccionar datos sino encaminarse a poder ver el significado de la vida como un todo. Sólo con una base de conocimiento multidisciplinar podremos acercarnos a abarcar la compleja realidad en toda su riqueza de matices. Cuánto más lees, y de más campos diferentes, más fácil es aprender utilizando analogías. Es decir, relacionando el nuevo conocimiento con lo ya aprendido anteriormente, y quizá perteneciente a otro ámbito completamente distinto.
Este camino de evolución interior que supone leer y asimilar lo leído, incorporándolo a nuestro acervo personal, es lo contrario al griterío superficial e intrascendente que encontramos en los principales medios de difusión actuales. Que no hacen sino restarnos tiempo y atención que dedicar a lo esencial.
Ejemplos de algunas de mis lecturas, de diferentes géneros, que más me han ayudado a construir mi propia visión de la realidad:
No todo está en los libros
“Los muy sabios son fáciles de engañar porque aunque saben lo extraordinario, ignoran lo ordinario del vivir. ¿De qué sirve el saber si no es práctico? Y el saber vivir es hoy el verdadero saber”
Baltasar Gracián

Aunque la recomendación de leer más es sin duda un consejo valioso, acumular conocimiento sin una finalidad ni estructura claras, sólo “saber por saber”, sin aplicación práctica alguna, es, en cierta medida, un derroche. Porque la sabiduría que no nos ayuda a vivir mejor, que no se traduce en acción, es, en el mejor de los casos, tiempo y esfuerzo desperdiciados.
Como certeramente afirmaba Gracián, la instrucción libresca concede un cierto aire de superioridad al que la posee, pero precisamente por esa arrogancia suelen ser gente incauta, que sabe mucho de libros pero poco de la vida, y que son engañados con facilidad por aquéllos otros con menos “títulos” pero más experiencia práctica o conocimiento empírico, que, al final, es la verdadera sabiduría. Si llevamos esta idea al terreno del ejercicio comprobaremos que es más experto aquél que se ha puesto debajo de una barra cientos de veces para tratar de mejorar de forma práctica su sentadilla o press banca, que aquél otro que ha leído decenas de libros y estudios sobre entrenamiento de fuerza o biomecánica pero que rara vez ha entrenado con intensidad, continuidad o verdadero ánimo de mejorar, ni apenas se ha peleado con la barra, los pesos y la fatiga, ni ha llegado a un callejón sin salida en sus progresiones o saboreado la frustración, las lesiones y el desánimo. El economista Nassim Nicholas Taleb afirma en su libro “Antifrágil” que uno de los descubrimientos más impactantes de su vida fue que los más exitosos inversores en bolsa no poseían (como él sí) estudios ni conocimientos teóricos sobre economía ni finanzas, sino que de manera intuitiva sabían cómo funcionaban los mercados, y no necesitaban para ello haber leído libros ni poseer títulos de las mejores universidades. Es decir, que todo lo que había estudiado tenía poca o nula aplicabilidad práctica en ese terreno.
Pero tampoco debemos confundir la sabiduría útil y práctica con el positivismo de pensar que sólo existe lo que podemos percibir con los sentidos y verificar empíricamente, porque es indudable que hay otras fuerzas invisibles (fe, honor, amor, confianza, fidelidad) que influyen poderosamente en nuestro pensamiento y conducta. Lo que la práctica demuestra erróneo es la construcción de teorías para regir una nación, una empresa o una familia, que no estén contrastadas con la realidad de los hechos palpables. Castillos de naipes construidos sobre cimientos movedizos, que caerán nada más entrar en contacto con la cruda realidad.
Un cierto aislamiento es necesario

Si decidimos, por salud mental y optimización del tiempo, no ver noticiarios ni concursos televisivos y pasar el menor tiempo posible en redes sociales, conseguiremos:
- Reducir nuestros niveles de ansiedad
- Mejorar nuestra capacidad de atención y de buscar nuestra propia interpretación de la realidad
Si además empleamos ese tiempo en leer y buscar información valiosa (para luego actuar en la vida real y no sólo para acumular datos), meditar y entrenar, nuestra salud y sensación de bienestar no harán más que mejorar.