Cine espartano: “Jeremías Johnson”

Sabemos que el exceso de comodidad con que nos tienta la sociedad moderna perjudica nuestra salud. Nuestro cuerpo necesita ciertos desafíos para despertar su capacidad de soportar la “incomodidad” inherente a la vida natural, fortaleciendo así nuestra salud.

Sabemos, por tanto, que pasar algo de hambre, algo de frío, realizar esfuerzo físico intenso (en ayunas para los más atrevidos), idealmente expuestos al sol y en un entorno natural, recupera parte de lo que nuestros ancestros hacían habitualmente y que nosotros, hijos de la civilización tecnológica, nos sentimos afortunados de haber desterrado de nuestra plácida existencia.

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La película que hoy comentamos: “Jeremiah Johnson” (“Las aventuras de Jeremías Johnson”, en castellano), creada en 1972 por el tándem formado por Robert Redford (que da vida a Jeremías en el film) y el director Sydney Pollack, es un western digamos crepuscular y “ecologista”, un canto a la montaña y a la vida salvaje alejada de la ciudad civilizada. Pero lejos de ser una visión idílica y romántica de la naturaleza, presenta ésta en toda su crudeza, empujando al hombre a buscar su lado animal para sobrevivir.

Sobre un guión magistral de John Millius, director de Conan el bárbaro, film con el que éste comparte similar mística y mensaje, Pollack traza un relato épico que es en realidad una búsqueda de la naturaleza humana y de su instinto, adormecido y domesticado por la civilización industrial.

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Jeremías abandona la ciudad en busca de la naturaleza y viaja a las Montañas Rocosas para convertirse en cazador. Tendrá una serie de encuentros que se irán repitiendo más adelante, dibujando un camino en círculo que cambiará la vida del protagonista para siempre. Primero, con el jefe de los indios “crow”, después con un viejo cazador de osos que introduce a Jeremías en el universo de la montaña (quien le confiesa “muchos esperan sacar de la montaña algo que ellos no llevan dentro, pero es inútil, no se puede engañar a la montaña”), con un solitario trampero a quien Jeremías salva y que le conducirá a su primer combate contra los indios y también con una improvisada familia que Jeremías forma con la hija de un jefe indio y un niño blanco a quien los indios dejaron huérfano.

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Lecciones de Jeremías

Como de costumbre, la película nos servirá de excusa genial para extraer enseñanzas valiosas a incorporar en nuestra vida para ser un poco menos civilizados y un poco más espartanos:

1. Pasa frío y calor

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En la ciudad vivimos constantemente protegidos de la intemperie, en una primavera eterna y difícilmente soportamos ya el frío ni el calor intensos. Pero nuestros antepasados tuvieron que adaptarse a ambos o nosotros no estaríamos aquí. La activación periódica de los mecanismos que mantienen nuestra temperatura corporal es beneficiosa ya que mejora la quema de grasa y la absorción de glucosa por parte de los músculos, fortalece el sistema inmune, alarga la longevidad de las células, reduce la inflamación y la depresión, minimiza la fatiga y la frecuencia cardíaca durante el entrenamiento o eleva la hormona del crecimiento. Esto se traducirá en no usar tanto la calefacción y el aire acondicionado o entrenar al aire libre independientemente de si hace calor o frío.

2. Gánate el alimento

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Nuestro cuerpo no está preparado para recibir alimento sin haber realizado esfuerzo físico para merecerlo. Por eso las calorías ingeridas después de entrenar impactan de forma muy diferente en nuestro metabolismo y es mucho más difícil que nos engorden. A nivel de rendimiento entrenar en ayunas o con bajos niveles de glucógeno muscular y hepático (habiendo restringido el carbohidrato durante un tiempo) genera adaptaciones que nos permiten quemar más grasa, tener mejores mitocondrias y rendir mejor una vez que volvamos a ingerir carbohidrato, gracias a haber reaprendido a usar la grasa como combustible principal, ahorrando así algo más del escaso glucógeno que podemos almacenar.

3. Aprende a luchar

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Durante la mayor parte de nuestra historia como especie eran las personas quienes defendían su territorio, familia o aldea, aunque hoy se delegue esa función en profesionales retribuidos como ejército o policía. Saber luchar, con armas o con el propio cuerpo, era una habilidad necesaria para la supervivencia, pero que además nos obliga a potenciar todas nuestras capacidades físicas: para ganar una pelea no basta con ser fuerte o rápido, sino también flexible, resistente, intuitivo y preciso.

4. La naturaleza es tu hogar

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Nuestra especie no reconoce otro hogar ya que en un entorno natural pasamos el 99,9% de nuestra evolución. Los entornos urbanos nos enferman y no sólo por el exceso de contaminación sino porque nos mantienen en un estado de alerta constante al no reconocer la parte ancestral de nuestro cerebro los elementos básicos que siempre nos han permitido sobrevivir: árboles, ríos, montes… Por eso los habitantes de zonas rurales tienen un 40% menos de riesgo de padecer ansiedad y estrés. El simple hecho de visualizar zonas verdes reduce la presión arterial y el cortisol. Vivir cerca de entornos naturales reduce la mortalidad por enfermedad coronaria, respiratoria y cáncer. Ten plantas en casa, pasea por parques y sal al campo siempre que puedas.

5. Noches sin luz eléctrica

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La invención de la electricidad nos permitió iluminar la noche, que durante millones de años cubría de oscuridad una cara del planeta cada 24 horas. Ninguna luz aparte de la luna, las estrellas y el fuego (una vez descubierto) alteraba esa oscuridad nocturna. Las luces brillantes de la ciudad difuminan la frontera entre el día y la noche, afectando a nuestro reloj biológico y nuestro equilibrio hormonal (en el que deben predominar hormonas del estrés durante el día y del descanso por la noche). Ciudades con más luz eléctrica tienen mayores tasas de obesidad y cáncer. Por tanto, piensa en Jeremías en el bosque y evita pantallas y luz artificial desde el atardecer, usando velas o luces tenues de espectro anaranjado, además de no encender luces al visitar el baño por la noche. Descansarás mejor y tu salud lo notará.

6. Busca tus límites para conocerte a ti mismo

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“Conócete a ti mismo”, rezaba la frase de Sócrates grabada en el templo de Apolo. Encierra uno de los mayores tesoros de sabiduría de la Antigüedad. Preguntémonos quiénes somos y hacia dónde pretendemos caminar y si cada una de las decisiones que tomamos nos dirigen hacia ese destino. Pero además conocer nuestra propia naturaleza y limitaciones nos ayudará a diseñar mejor nuestro entorno para evitar la tentación y practicar la virtud (entrenar lo antes posible si sabemos que después nos dará pereza, no tener comida basura a la vista pues sabemos que no podremos resistirnos a comerla…).

Y, por último, nunca sabremos de qué estamos realmente hechos si no afrontamos de vez en cuando y voluntariamente desafíos que nos incomoden. Esto nos hará más fuertes, física y mentalmente. Participar en carreras de obstáculos, salir en manga corta en invierno, ir a entrenar sin desayunar, terminar de entrenar y no lanzarnos inmediatamente sobre la comida sino esperar 30 minutos, levantar objetos pesados como pesas o rocas, terminar la ducha con agua fría, renunciar a ese postre que tanto nos gusta… demuestra autocontrol, y para gobernarse a uno mismo es vital conocerse antes. Y para conocerte de verdad deberás ocasionalmente rebasar tus límites y descubrir que eres mucho más fuerte de lo que crees. Recuerda que “no sacarás de la montaña nada que tú no lleves dentro”.

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2 comentarios sobre “Cine espartano: “Jeremías Johnson”

  1. Eres genial!
    Sacas enseñanza útil hasta de las películas del oeste relacionándolas con espartanos.
    Me encanta tu blog, y la forma tan amena de explicar los consejos sobre nutrición, hábitos, deporte…

    Le gusta a 1 persona

    1. Gracias amigo. Es una gran película pero ademàs ofrece la oportunidad de hacer un anàlisis antropológico y evolutivo de cómo el cambio radical de nuestro entorno en los dos últimos siglos ha impactado en nuestra salud física y mental. Un fuerte abrazo como siempre!

      Me gusta

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