Desconectarnos de los estímulos que nuestros genes necesitan (frío, esfuerzo físico, hambre, alimentos naturales, naturaleza, sol…) y exponernos en cambio a agentes tóxicos que desbordan nuestros sistemas de defensa y reciclado (polución, luz eléctrica potente en la noche y/o ruido excesivo a todas horas [contaminación lumínica y acústica], pesticidas, saborizantes químicos, plásticos, parabenos, estrés, tabaco, alcohol, grasas hidrogenadas, azúcares industriales, sedentarismo…) es algo que ha hecho estragos en nuestro equilibrio hormonal y por eso observamos un envejecimiento prematuro en la población y un florecimiento de las clínicas de baja testosterona, que nos ofrecen recuperar nuestra masculinidad, vida sexual y forma física perdidas.